Me he acercado a la ventana para observar el patio, es de noche, noche negra y cerrada. Ni una pequeña luz se deja ver. Todo es intensa oscuridad pero presiento que debe de hacer buen tiempo y abro una rendija de mi ventana. Estamos todavía en invierno, aunque la osada primavera empieza a empujar, no va a tardar mucho en aparecer porque un vientecillo suave y húmedo me acaricia con dulzura y me dejo llevar por mi imaginación. Allí, observando a través de imágenes que se dibujan enormes, empiezo a pensar en ese patio de la vieja casa, en donde las ramas de la acacia ondulan al viento, testigo de tantas historias.
Un vecino sonámbulo como yo, ha abierto una hoja del ventanal y la luz se ha reflejado en el patio - patio oscuro y húmedo - y he podido constatar que la lluvia, aunque poca, nos ha visitado durante la noche, entonces, he dejado mi imaginación vagar y la veo a ella hermosa y joven y llena de amores prohibidos que acechan al amante conteniendo un suspiro mientras él viene galopando por el valle a la promesa de amor que el silencio cubre con discreción y sigilo.